
En segundo de pre-escolar estaba en clase con mis compañeros practicando las mayúsculas y las minúsculas. La profesora -una mujer dulce, enérgica y divertida- se acercó para corregirme. Recuerdo estar sentada en aquella silla bajita alrededor de una mesa tan redonda como roja: Tienes que encajar las letras entre las dos líneas; no puedes salirte de ellas, me dijo.
No puedes imaginar lo que me costaba (o sí) trazar las letras entre aquellas líneas. Mi letra era grande. Me entraron ganas de llorar porque en aquel momento me resultaba imposible hacerlo.
Pasaron los años y me licencié en Publicidad, traté de encajar de nuevo, entre las líneas que describían aquel camino; no fue viable. Enfermé. Fue un proceso largo que me devolvió a mí y a lo que he venido a dar (y recibir).
Al principio lo hacía mientras trabajaba en comunicación, hasta que mi cuerpo dio señales de cansancio y tuve que parar. Y elegir.
Así que dediqué tiempo a desarrollar mis pasiones, a estudiar, a investigar y a practicar Yoga y Ayurveda en los comienzos, para ir adentrándome más tarde en el campo de la Programación Neurolingüística, el Coaching, la Terapia Sistémica, los métodos ericksonianos y otras disciplinas que enriquecen mi trabajo, tanto personal como profesional. También comencé a estudiar Psicología, pero allí no encontré el enfoque que buscaba y decidí estudiar únicamente las asignaturas que me interesaban.
Dejar un puesto de responsabilidad en el mundo corporativo para hacer lo que quería hacer no fue fácil, pero acabé rindiéndome ante la clara relación entre las desazones del cuerpo y el aprieto del alma por vivir una vida coherente. La enfermedad te vuelve vulnerable y menos inocente. No te deja seguir viviendo como lo has estado haciendo, no te deja ser quien creías ser; pero a cambio te da un lienzo en blanco (sin líneas) y algunas ceras de colores.
Llevo diez años plenamente dedicada a acompañar a las personas en su camino de desarrollo humano, a dar cursos, a crear maneras más placenteras de estar en la Vida, a comprender y dejar que la experiencia misma me muestre mapas más amplios y ricos, a viajar, a estar cerca de las personas y a pasear por la Naturaleza. No hay nada que allí no esté escrito.
También me gusta contar historias. Por eso escribo, y cocino.

Ese horizonte limpio y lleno de posibilidades me entusiasmó. Y también me asustó. Todavía hay días que me pregunto si lo estaré haciendo “bien”.
Sin embargo, esta es mi mejor manera de estar en el mundo.
Llevo más de diez años dedicada a acompañar a las personas en su camino de auto·descubrimiento, dar cursos, crear maneras más placenteras de estar en la Vida, aprender a amar mejor y estar cerca de la Naturaleza. No hay nada que allí no esté escrito.
También me gusta contar historias. Por eso escribo, y cocino.
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