Ojos que no ven, corazón que por fin siente

 

Era casi medianoche. Estábamos bailando en el Sonora, una terraza sobre arenas malagueñas. Hacía tiempo que no estábamos todos los amigos juntos. Y cuando digo amigos me refiero a esas trenzas espigadas que caen sobre la espalda como testigos hermosos y mutuos de una biografía compartida.

Carla se casaba con Carlos y la ocasión merecía que todos estuviéramos allí. Llevábamos horas en aquella playa brindando, riendo, comiendo, leyendo discursos confidentes y cantando. La letra de aquella canción con ritmo ochentero decía y me entregué a la magia de no pensar.

Y es que pensar tanto agota; por eso medio mundo -salvo los amantes en sus primeros roces-  amanece fundido cada mañana. Hemos encumbrado el pensamiento -necesario para lo suyo- y relegado nuestras otras inteligencias al puesto de vasallos. El corazón, el instinto y esa inteligencia más grande que nosotros, nos fortalecen, nos ofrecen un información inalcanzable para el pensamiento y nos vuelven intuitivos mientras nos sintonizan con los latidos de los más íntimos sentires, propios y ajenos.

El pensar y el hacer son eslabones contemporáneos que se encadenan de una manera tan interminable, veloz, rutinaria y repetitiva que cuesta respirar, deshacer, observar con claridad, descansar a pierna suelta, leer sin consultar el móvil cada tres páginas, bailar demasiadas horas sin sentir culpa,  sentir la confianza en la planta de unos pies descalzos, mirarnos y reconocernos entre nosotros.

Ese aleteo sensible y fascinante que conocemos como plenitud, y que nos visita de vez en cuando como un destello que dice otra manera de vivir es posible y está disponible, no es del todo una ecuación misteriosa.

¿Cómo sería tu Vida si siguieras el chispazo de las neuronas de tu corazón,
si escucharas tu barriga y te dejaras en brazos de aquello
que te dio el nacer cuando tus ojos todavía no podían ver?

¿Cómo sería este instante si te despidieras un rato de la rapidez cínica,
las comedias vacías y las rutinas plastificadas?

 

Tenemos todo para estar enteros, no sigamos dejando de lado la grandeza de nuestras otras mitades. El Amor nos reúne desde sus distintas bocas: con el cerebro ella le piensa, con el corazón le ama, con sus entrañas le desea y  en el encuentro de sus cuerpos se dan cuenta de que se necesitan, un poquito.

Vivir sí es aquello que vamos a repetir cada día. Bailemos enteros.