Pienso, luego sufro

¿Qué te hace sentir más vivo?

¿Una buena sensación o un buen pensamiento?

Nuestra cultura nos ha enseñado con verdadera pasión que podemos controlarlo todo. Es más: que nuestra cabecita puede ordenar, procesar, interpretar y resolver cualquier asunto que se nos presente.

Nada más lejos de la realidad.

Mi versión de este entramado es que hemos entronado a la inteligencia racional entre rosas y trompetas y hemos alojado en el cuarto de los trastos a ese inquilino medio loco, medio salvaje que se llama sensación.

Y digo sensación porque es la primera chispa de una reacción que sigue así: sensación-emoción-sentimiento. Bendita trinidad.

Nuestra cabecita está llena de programas a través de los que filtramos lo que nos pasa. Por eso seguimos, muchas veces, dando vueltas sobre el mismo escenario. Nos gustaría representar otra obra de teatro y sin embargo, en cuanto comenzamos a ensayar el nuevo guión… ahí tenemos el antiguo recitándose.

La semana pasada me llamó un amigo. Su novia le había dejado.

Estaba desolado, además está empezando una nueva aventura profesional en Berlín, y se sentía bastante confuso. No paraba de darle vueltas a por qué. A un porqué centrado en encontrar una respuesta lógica.

Y lo cierto es que somos bastante poco lógicos. Los expertos de la mente humana dicen que un 30% es consciente. El 70% es una amalgama de impulsos y programas inconscientes. Y hasta me parece un acto de generosidad con nuestro lado racional.

Así que no. No somos seres muy racionales.

Me dijo que se sentía enfadado. Descolocado. Y bueno, triste.

Resultó que el enfado no era exactamente eso, era más bien un sentimiento de miedo. En concreto, un miedo cristalino a la soledad que sentía.

Una soledad nada desconocida para él.

Ya no importaba la ruptura. Estaba atendiendo y honrando sus sensaciones. Tenía un diálogo con ellas y le dieron toda la información para resolver su asunto. Que al principio era quiero volver y al final fue pase lo que pase, voy a encontrar la manera de no sentirme solo. No es la primera vez que me siento así. Y ya entiendo porqué…

 

Razones por las que mudar de cuarto a esta Bendita Trinidad:

 

+ Nos evita caer en la trampa de querer encontrar una respuesta puramente racional a algo que quizá no tiene solución.

+ Nos habla continuamente de qué necesitamos. No de lo que creo que necesito. Sino de lo que NECESITO.

+ Su pensamiento es multidireccional: no te da únicamente las opciones de verdadero o falso. Te muestra un montón de caminos creativos.

+ Te conecta a ti. Te acerca a lo que eres y no a lo que debería ser o deberías hacer.

+ Sólo te pide que te sientes a sentirlas un rato y  te cuenta, con bastante ternura, de dónde viene, cómo nutrir las sensaciones más amables y cómo transformar las menos.

+ Luego, es fantástico que la razón colabore haciendo buenas preguntas.

Hablaremos de las preguntas bien formuladas en el próximo post. Esas que no te meten en el bucle. Esas que te muestran el cielo lleno de estrellas que hay arriba de ti.

Hasta entonces, cuénta… ¿eres de los que piensan? ¿o de los que se dejan sentir?