Querido lector,
Es probable que más de una vez te hayas visto tentado por el eco de la palabra especial.
Sí, tus experiencias son especiales, te ocurren sucesos notorios, ambientados en un aire de exclusivo misterio. Tu relación con tu profesor de Yoga o tu pareja también es especial, distinta a la del resto de mortales; como si gozaras de alguna complicidad de la que el resto queda excluído. Tus procesos internos son también especiales, diferentes a los de otros; están dotados de una originalidad que te convierte casi en un ser elegido. Tu viaje por el sur de India fue tan especial… nada que ver con el suyo. Él, pobre, sólo tuvo acceso a lo más turístico, no se dejó empapar por ese subcontinente profundo. India no le escogió. Pero a ti, sí.
Esto te otorga una identidad, y no una identidad cualquiera sino una identidad especial.
Es hacer sonar la palabra y ahí está el ego, calzándose sus tacones más altos, hinchando el pecho y mirando alto a un lugar reservado donde la existencia te espera con una alfombra de rubíes.
Además, cuando dices «especial» la punta de tu lengua hace una especial presión en la parte posterior de los incisivos al pronunciar la “c”. En ocasiones hasta podrías haber alargado la “l”.
En un viaje a India estuve ingresada en un hospital de Ayurveda.
Llegué con el cuerpo fatigado y me encontré ante una cola de horas, paredes desconchadas, un calor húmedo apenas aliviado por el girar denso de un ventilador y algunas bombillas sin vestir colgando de un techo cubierto de esas historias que el ser humano necesita imaginar cuando la vida le resulta hostil. A mi cuerpo, y sus noches de sueño irreconciliable con el dolor, el lugar se le hizo más pesado que su propio sufrimiento.
Sin embargo, día tras día, aquel lugar se convirtió en un santuario. Tras años de médicos, introspecciones y terapias varias, algunos síntomas comenzaron a mitigar en aquella clínica donde los pacientes no podíamos salir más allá de un pasillo cuyas barandillas daban a un jardín central, coronado por un templo dedicado a Dhanwantari. Mi llegada fue repentina y sólo pude estar una decena de días. Así que cuando hubo disponibilidad volví para hacer el tratamiento completo. Un mes.
En aquella segunda visita tuve dos vecinos. A la derecha estaba Oliver, un francés con obesidad; y a mi izquierda, Shailaja, que mientras se recuperaba de un cáncer me enseñó a cantar mantras.
Una tarde Oliver me preguntó: ¿Por qué no sueles quedarte cuando charlamos con Gary?
Gary, indio afincado en Nueva York al que un infarto había paralizado algunas partes de su cuerpo, no dejaba de criticar el lugar.
– Para mí es tan especial este hospital, Oliver… -le respondí-, y Gary saca humo por la boca.
– Especial… -repitió Oliver con una mirada que me atravesó la vergüenza. Los jóvenes de hoy tenéis tal pobreza lingüística que a falta de otros adjetivos todo lo tildáis de especial.
Me reí. No soy muy fan de las afirmaciones colosales, pero ante esta me rendí. Me callé y me fui a leer.
Ayunar de algunas palabras para comer otras es sin duda una dieta de lo más sanadora. Pues las palabras crean; transforman aquellos universos especiales en mundos donde no necesitamos protegernos de nuestras verdades, donde puede experimentarse la propia realidad sin necesidad de teatralización. Lo más real que podemos vivir es aquello que acontece en lo abierto, aunque nos desborde por su grandeza o su todavía aparente insignificancia, aunque no estemos seguros de nuestros refugios.
Por eso no prescindamos de nuestras cabezas, pero la próxima vez que nos encontremos, quitémonos el sombrero.
* Para el título del post me he inspirado en el mensaje con el que David Testal enunció una de sus charlas: «La desgracia de considerarse espiritual». Os recomiendo pasar a conocer su blog.
Jaja! Muy bueno! Me quito el sombrero…
Ahora te veo mucho mejor 🙂
Tenemos una neurona mísera y vanidosa. Creo que si efectivamente nos quitamos el sombrero se liberará.
Un abrazo bonita.
Puede ser así de fácil… Un abrazo Ana!
Es muy dificil liberarse de la palabra, definir sin utilizar la semántica…
Pero hay tantas cosas INNOMBRABLES…..que el mero hecho de tener que sacarlas por la boca las empobrece, las vulgariza, las reduce a algo finito..
¿Cómo hacer para que el Ego no se apodere de ellas?
¿Cómo sustituir los «especial» por lo que simplemente ES?
Muy bonita tu reflexión de hoy. Muy ESPECIAl todo lo que mueves con ella….
Gracias, Marta
Claro, es cierto que es difícil, y tal vez innecesario, prescindir de la palabra.
El hablar de la palabra «especial» en este texto no es más que un giro, un juego. Sobre lo que reflexiono es sobre esa necesidad de «ser especial» como un intento vanidoso de diferenciarme del otro y sentir que tengo un «reservado» en la Existencia.
Sobre la pregunta del ego, es algo que estoy observando últimamente. Creo que el ego es esa parte de ti que te dice «eres distinto» y «necesitas defenderte» y eso es útil en alguna ocasión, pero en muchas menos situaciones de las que vivimos. Me gusta tomar consciencia de que la Vida es mía, y tuya, por el mero hecho de estar aquí, que no es algo que uno deba ganarse. Ahí entramos en dinámicas de lucha y el ego necesita activarse.
Es precisamente cuando abres esta puerta a una nueva creencia, donde la Vida no es una batalla -algo por lo que uno deba luchar- cuando se manifiesta lo que ES y de ahí surge otro tipo de acción.
Gracias por pasarte 🙂 Un abrazo Mercedes
Vaya… Yo quería ser especial y ahora no sé quien soy. Abrazo!
Una lástima David… Otra identidad al aire 😉
tal vez confundimos el ser especial con ser único…y olvidamos que la raíz de único es «UN-ohhh!!!» 🙂 🙂 🙂
besitos guapa…se te añora
Ooooh Raquelilla! Así es.
Muchos besos de vuelta. Muy pronto estaré allí, con ganas de encontrarnos.
Un artículo fantástico… Muy liberador… Es demasiado pesado sentirse especial.
Gracias guapa!
Sí Esther… es limitador! Un abrazo y gracias por pasarte 😉
Precioso texto que dibuja en mi rostro una gran sonrisa,sin ser especial simplemente es!!
Acaricias las letras las palabras y construyes una frase para formar una historia preciosa.
Tu si eres realmente un ser precioso con un alma llena de amor
Feliz de encontrArte!!!
Un beso nos vemos prontito
Sonrío. Yo también celebro nuestro encuentro 🙂
Un abrazo Virginia!