Este fin de semana ha sido como ese hervor que en la olla fusiona los sabores de la calabaza, la cebolla, las castañas y el calabacín a base de una cocción suave, consistente, atenta y sin premuras. Al final, aquellas verduras están allí presentes y sin embargo no puedes separarlas en ese puré felizmente enredado.
Mi vértigo al despegue que separa las ruedas del territorio conocido y familiar, y el desconsuelo con que una marca en el calendario te recuerda que esta aventura vital se acaba para alguien cercano se han desdibujado estos días entre el yoga al amanecer, las comidas ricas, las miradas secuaces llenas de ternura, la camaradería cuando nos sentamos en círculo a vernos, a charlar y la soledad compartida y absoluta trenzada con esa sensación de pertenencia innegable.
Por eso te escribo esta invitación.
No sé si la escribo yo o algo que irradia en la palma de mi mano.
No me importa si has viajado por cuarenta y ocho países o únicamente has visto el amanecer que se divisa desde tu balcón. Si hablas siete lenguas. Si tus cajones están llenos de flores o de billetes. O si eres más fuerte que el monstruo que a todos nos habita y que de vez en cuando se despereza haciendo saltar por la habitación todas las inercias domésticas.
De hecho me encantaría saber que eres tan vulnerable como yo.
Porque lo único que quiero es invitarte a dar un paseo juntos. Verdaderamente es lo único que me importa.
El calor, los momentos callados bajo el porche a esa hora dorada, el Ser más grande respirándonos, la música entre las pequeñas palabras, las armas crepitando en la chimenea, mis ganas de amar el mundo, tus notas altas del corazón, el atrevimiento de estar en paz con la manera en que están siendo las cosas ahora, la certeza de que has nacido para disfrutarlo y aprender de todo, la inconsciencia de esas grandes decisiones que nos determinan, la risa que nos dan esos intelectuales calvos con sus discursos de nota grave y la vela iluminando el altar de nuestro patrimonio. Ese que está hecho del linaje de nuestras familias, amigos, camaradas de aventuras y desconocidos que en un instante nos hicieron sentir como una criatura creada exclusivamente para la alegría incondicional.
No hace falta que me digas sí, voy contigo.
Si quieres unirte, simplemente levántate, toma mi mano y bailemos.
Bailemos con esos pasos que, el día que cese la música, sepan que ha valido la pena.
A mi también me hace sentir en paz saber que no somos seres aislados. Un beso
Hay algo que descansa cuando somos concéntricos. Beso Ana María!
El dia en que cese la música bailaremos al son de nuestras carcajadas, fruto de las experiencias vividas y de las ilusiones compartidas…pues el vínculo de corazón a corazón perdura porque no sabe de tiempo ni de espacio, y menos aún de forma…es la magia del Ser
Gracias
y como dice una amiga: «el dia que nos vayamos y lleguemos al cielo, solo nos harán una pregunta ¿has disfrutado, te lo has pasado bién?….porque todo estaba dispuesto para que fueras feliz»….» si no lo has hecho….ale, vuelta a repetir hasta que lo hagas»
😉 todo estaba dispuesto para que fueras feliz… me quedo con eso.
Quizá es una buena pregunta para hacérnosla cada día.
Gracias Raquel!