Seguro que recuerdas aquella vez que, en clase, aquel compañero rodeó con el brazo su cuadernillo de ejercicios para que no mirases lo que hacía. Tal vez tenía miedo de que le copiaras.
Quizá tú mismo lo hiciste en aquel examen, salvando tu esfuerzo y tus horas de estudio de la mirada bandida de aquella niña. Protegiendo tu supuesto talento del escaneo de pupitres curiosos.
Como si compartir restara. Como si lo importante fuera levantar el trofeo.
Y lo cierto es que no hay talento que pueda ser copiado, por la sencilla razón de que cada mano escribe con su propio ritmo, con su forma única y con la singular estela de sus huellas dactilares.
Tampoco hay medallas que colgarse. Se acabaron los tiempos de acaparamiento. Muchos referentes de la individualidad están perdiendo su valor y así su poder: mi casa, mi puesto, mis vacaciones, mi último gran logro diciendo mírenme, soy la mejor.
Cada día encuentro más personas a las que no les interesa que les cuente lo cara que es la madera que recubre el suelo de mi casa nueva, más bien quieren saber si nos podemos sentar sobre esas vigas a abrazar sinergias. Les importa un comino mi último destino vacacional, quieren que les cuente si probé el vino de aquellos jóvenes que andan haciéndolo con sus propias vides en suelo rocoso. Ya no nos deslumbra ese éxito caducado, andamos intercambiando recetas entre vecinos: tomates de huerto que nos salvan de un día de apoteosis en picada y salsas que reparten sabor a tu sueño y al mío.
Pienso que lo que está sucediendo no es una casualidad. Es algo bastante científico. Pues hemos experimentado y comprobado que acaparar, resta. Y finalmente, agota.
Había algo en el aire, ¿verdad? Decía algo así como Si das, te quedarás vacío.
Pero todo eso no es más que un puñado de miedo. Y el momento no está para muchos temores.
Hay algo que hace que tú seas tú y que cada uno seamos un ser único. Exceptuando esa semilla, todo lo demás – el agua, el sol, la tierra y el oxígeno- está ahí. Y es de todos.
Tus ideas no son tuyas. Lo que sé no es mío. Está en el aire como ese gran servidor que alberga todos las palabras de nuestros blogs y correos.
Servidor. Hasta la tecnología sabe de los nuevos tiempos.
¿Quieres empobrecerte?
Guarda para ti.
Cree en la exclusividad de las ideas.
Protege tu sueño.
Espérate a recibir antes que a dar.
Sigo admirándome de las sincronicidades de la vida…
Es una liberación empezar a leer este tipo de mensajes, pues las personas en lo primero que pensamos cuando nos brilla una idea nueva en la cabeza (o en el corazón) es: CON QUIEN PUEDO COMPARTIR ESTO?. Quien puede ser feliz conmigo en su desarrollo? Pues sabemos que cuando compartimos, la felicidad se multiplica.
Sin embargo, todo lo que oímos desde niños es: «cuidado a quien le cuentas», «la información es poder» «si lo cuentas te robaran la idea»…
Gracias Marta por recordarnos lo que somos: parte un mismo todo, donde todos somos necesarios…juntos
La pobreza es justo ese miedo a que nos roben.
Me pregunto… ¿que hay MIO? ¿Se trata de tener y conservar?
Si así fuera, demos todo lo que sabemos y lo recuperaremos con creces.
Alegría al leerte.
Beso PILAR!